Atentos con lo acontecido no sólo en nuestro país, sino a nivel global; y en total acuerdo con las medidas tomadas de prevención y cuidado y el aislamiento preventivo y obligatorio llevadas a cabo por el gobierno nacional y a las cuales adhirió la Universidad Nacional de Cuyo; no podemos dejar de observar con atención algunas situaciones que se presentan en este contexto.
Cabe aclarar que el escrito es fruto de múltiples interrogantes que nos hacemos a diario los y las docentes frente a un nuevo escenario, que lo es para tod@s.
Nos encontramos experimentando sensaciones como tod@s; de miedo, incertidumbre, ansiedad, desconocimiento, y por otro lado con la responsabilidad y el compromiso que nos supone nuestro rol docente. Y entonces nos preguntamos: ¿qué debate respecto de la educación y sus modalidades debemos cerrar en unos pocos días, que no hemos podido abordar en años?
“Reemplazar las clases presenciales por virtuales”
La educación virtual no es resorte que emerge clicando un botón, si fuese una cuestión instrumental o meramente tecnológica, seguramente hubiese sido mucho más fácil en todos estos años haber logrado desarrollar contenidos digitales educativos, sistemas de tutorías en escenarios virtuales, mediaciones y mediatizaciones, propuestas de evaluación y sobre todo instituciones y docentes proclives a esa transformación. Con lo cual nos animamos a decir con total certeza que no podemos reemplazar la educación presencial por la virtual sin más.
La educación en palabras es ENCUENTRO, es VÍNCULO, es ENTREAPRENDER, es actuar dialógicamente desde y con el otro. Desde esta perspectiva, la presencia será indiscutida y fundamental en el quehacer pedagógico. Reconocer esto nos da la posibilidad de comprender a las tecnologías digitales tanto sus posibilidades de encuentro como las de sus desencuentros. El impacto de las tecnologías digitales en las prácticas sociales, también nos interpela respecto del concepto de presencialidad, tema controversial pero a su vez indispensable. Son dos escenarios diferentes pero necesarios a la vez.
Pensar en un sistema de educación virtual, nos exige reconocer al menos tres de las dimensiones básicas para abordar la problemática, a saber: la dimensión de la gestión y organización (política-ideológica), la pedagógica didáctica y la tecnológica. En este sentido, la primera direcciona a las otras dos y la segunda a la tercera; por tanto la dimensión tecnológica será resultante de las decisiones de las anteriores. Claro está que, dentro de las definiciones de las dos primeras dimensiones, se deberá tener en cuenta los avances científicos tecnológicos y las decisiones al respecto.
Iremos recorriendo alguna de las inquietudes que surgen en este escenario de emergencia, pero que sin lugar a dudas debieran ser cuestiones que nos interpelen más allá de la coyuntura en que nos encontramos y poder pensar en clave pedagógico didáctico e institucional los escenarios digitales para el futuro próximo.
Un encuadre general
Los aspectos de la dimensión político institucional es un debate que debiera tener cada institución al respecto. No es objeto de este escrito desarrollarlo aquí, sí podemos adelantar que la educación virtual deberá ser resultante de un proceso de acuerdos, negociaciones, debates y tensiones entre los diferentes actores involucrados, de la conclusión sobre las prácticas llevadas adelante en un contexto determinado por su historia y sus aprendizajes, por sus errores y por sus logros; asimismo teniendo en cuenta las discusiones e interpelaciones en diferentes comunidades científico tecnológicas al respecto. En este marco, les docentes serán quienes en definitiva puedan validar, acordar y llevar adelante una “propuesta de innovación” siempre y cuando la sientan como propia.
Un modelo desde adentro y con el otro implicará reconocer nuestras fortalezas y debilidades, nuestras decisiones y desafíos; pero también comprender que no hay posibilidad de innovación o transformación real y sustantiva si no se trabaja desde lo que nos constituye y lo que constituimos como colectivo y comunidad que se organiza en pos de necesidades reconocidas como propias.
Un modelo diferente a este, será aquel que surja desde afuera y sin el otro, el pensamiento de unes sobre otros, sin el tratamiento que una institución educativa y democrática supone. Un modelo basado en la implantación de prácticas “supuestamente” exitosas que devienen en posibilidades efímeras y no sustentables; y a la larga se traducen sólo en experiencias ricas por voluntades personales y no por decisiones y acciones de un colectivo.
Entre la política general nacional, en este caso, y los actores involucrados (docentes, estudiantes, personal de apoyo, egresados y egresadas) median las instituciones, dependerá de ellas, la adhesión o no a los lineamientos superiores. En definitiva, la concreción comprometida de ciertos discursos o la sensación de “estar haciendo como si”.
Cuestiones de la organización institucional
Un proceso de desarrollo de prácticas educativas virtuales no se hace de un día para otro, lleva tiempo, formación (no sólo en el manejo de herramientas digitales, sobre todo en la posibilidad de pensar la enseñanza y el aprendizaje de otra manera y de poder actuar en consecuencia), infraestructura, presupuesto, normas y reglas que la encuadren.
Existirían preguntas a las que las instituciones debiéramos dar respuesta, en este sentido habrá instituciones que las tienen, otras que poseen sólo algunas respuestas y muchas que aún no pueden dar cuenta de ellas.
Entonces, cabe detallar unas pocas de estas cuestiones (a modo de ejemplo) que debiera ser parte del andamiaje para poder pensar en prácticas educativas virtuales, la adecuación de los sistemas de información institucional:
- ¿Se han desarrollado definiciones institucionales respecto a qué, con quién, para quién, cómo y para qué de las prácticas educativas virtuales?
- ¿Qué infraestructura tecnológica se tiene para el desarrollo de esta opción educativa?
- ¿Qué pensamiento docente o percepción se encuentra en la institución al respecto?
- ¿Habría motivación para la adopción de esta modalidad en docentes y estudiantes?
- ¿Se ha tipificado qué tipo de prácticas virtuales debería utilizarse según los conocimientos de los docentes, los objetivos institucionales y las posibilidades reales?
- ¿Tenemos la posibilidad de acceder a sistemas de videoconferencia para realizar de manera sincrónica mesas de exámenes, consultas o clases, si así se dispusiera?
- ¿Se tienen por parte de la institución los datos actualizados de los y las estudiantes para una correcta comunicación virtual?
- ¿Tenemos un relevamientos de las competencias y de la infraestructura tecnológica que tienen nuestros estudiantes?
- ¿Les estudiantes tienen la posibilidad de inscribirse automáticamente al aula virtual?
- ¿Sabemos cuántos docentes están formados en la virtualidad y para hacer qué tipos de trabajo?
- ¿En qué nivel de formación respecto a las estrategias para la educación virtual están les docentes? Podríamos señalar cinco tipos a grandes rasgos:
- No usan tecnología digital y tampoco optan por ella para enseñar;
- Usan como medio personal y profesional pero no saben cómo utilizarla para la enseñanza;
- Usan como reservorio y distribución de contenidos, puede ser en una plataforma educativa o no;
- Poseen conocimientos pedagógicos didácticos respecto de la educación virtual y utilizan una plataforma educativa mediando y mediatizando los procesos y contenidos;
- Poseen conocimientos pedagógicos didácticos respecto de la educación virtual y utilizan multiplataforma y entornos personales de aprendizaje para enseñar.
Por otro lado, cuál es el cuerpo normativo que se han definido en las instituciones respecto de estas prácticas, y entonces nos preguntamos frente a la necesidad o decisión de implementar prácticas educativas virtuales:
- ¿Se ha reglamentado la actuación docente, estudiantil y del personal de apoyo respecto la modalidad?
- ¿Se tiene reglamentación específica para el sistema institucional de la educación virtual?
- ¿Cómo se computan las clases, consultas y mesas de exámenes en término de horas y obligaciones docentes?
- ¿Cómo se resguarda la autoría de los contenidos docentes?
- ¿Qué tipo de licencia de autor se deberá utilizar y cómo se gestionan?
- ¿Cuántas horas se debe trabajar en la virtualidad?
- ¿Cómo registra la institución el trabajo docente?
- ¿Cómo debieran ser los sistemas de evaluación?
- Entre otras…
Seguramente habrá muchas más preguntas, y quizás sea el momento de irlas haciendo para permitirnos el tiempo y el espacio de reflexionar al respecto.
Docentes en la encrucijada
En primer lugar entendemos que cada docente debe reconocerse con el estilo y modelo de enseñanza que tiene, respetarlo y desde allí ver qué se puede y qué está dispuesto a hacer. Hemos visto con preocupación cómo docentes van de aquí para allá bajando tutoriales, descargando aplicaciones, intentando diseñar un aula virtual en dos días, generando múltiples consultas a diferentes personas que entienden pueden ayudarlos, y muchas veces sin criterios y pautas institucionales claras al respecto.
Los y las docentes universitari@s tenemos mayor posibilidad de pensar en arbitrar medios emergentes frente a la coyuntura, sin lugar a dudas en un contexto más favorable en muchos sentidos, que la educación inicial, primaria o secundaria; sin embargo no somos depositarios ni responsables de dar respuesta a todas las preguntas sobre qué y cómo hacer educación virtual.
Reconocerse como docente será el primer paso para poder hacer algo que resulte. Por otro lado, lo que sería un objetivo primordial, pensar cómo queremos establecer el ENCUENTRO, el VÍNCULO con nuestros y nuestras estudiantes en tiempos emergentes.
A partir de allí, más el conocimiento de nuestros estudiantes, entonces podemos avanzar en el desarrollo de otras cuestiones que implican las prácticas educativas virtuales.
De plataformas, recursos y app
Es importante que las unidades académicas y los docentes sepan que hay una diferencia entre un aula virtual con recursos mediados y mediatizados y los diferentes recursos educativos (video, infografía, mapa conceptual). No debemos confundirlos, diseñar un aula virtual es un proceso complejo que requiere tiempo y desarrollo de recursos educativos, estrategias de mediación y de interacción instrumental, cognitiva y social; reconocimiento de las posibilidades de diferentes medios, etc.
Por otro lado, el tema de las plataformas educativas, no debiera ser un dilema desde hace algunos años. Hoy en día el tema de la plataforma no sería el más importante, la tendencia ni siquiera está en la determinación de una sobre otra, sino en el trabajo multiplataforma. No obstante ello, lo que sí debiera ser indispensable, es tener un edificio virtual oficial (plataforma educativa) que demuestre los criterios organizacionales, pedagógico-didácticos y tecnológicos de la institución universitaria, no como una federación de unidades académicas sino como una sola institución universitaria que determina sus lineamientos acordados sobre la modalidad educativa. La marca que nos da identidad y nos hace parte de la misma.
Herramientas, recursos y aplicaciones: dependerá de los objetivos pedagógicos que el docente quiera lograr, de su estilo docente, de las características y realidades de sus estudiantes y del contexto más amplio (no se acomoda la propuesta al recurso, es al revés). En la sociedad informacional se encuentra de todo y para todo, deberá ser le docente quien seleccione los recursos y aplicaciones de acuerdo a los condicionantes anteriormente mencionados.
Por último será necesario recordar que la presencia docente a través de la producción de recursos de autoría propia (textos, videos, imágenes, audios, entre otros) será una manera de acercar las posibilidades de encuentro, de vínculo con nuestros y nuestras estudiantes y desde allí favorecer el aprendizaje.
Sincrónico o asincrónico
Sin lugar a dudas que los ambientes y herramientas sincrónicas otorgan un valor en la posibilidad de interacción social y cognitiva; no obstante ello, para que esto sea así se deberá tener en cuenta, el componente tecnológico, la conectividad, la aplicación. Si la tecnología obstaculiza o dificulta el encuentro, entonces será mucho mejor, espacios de comunicación asincrónica. El objetivo es favorecer la comunicación, no demostrar que hacemos videoconferencias aunque no se vean ni se escuchen.
La conectividad es finita
Seguramente muchos quisiéramos utilizar videos, animaciones, salas múltiples de video conferencia, actividades sincrónicas más que asincrónicas… Lo cierto es que debemos cuidar el peso de la información que transita en nuestros escenarios digitales para que no colapse, para que todos podamos ser beneficiarios de los mismos.
La implementación de prácticas educativas virtuales, las comunicaciones diarias sociales, el entretenimiento, el teletrabajo, el gobierno electrónico; generan un tráfico en la red para lo que no se estaba preparado tampoco. La situación de aislamiento colabora con el uso de más datos, más megas, más tráfico. En este marco el Enacom (Ente Nacional de Comunicaciones) pidió a la población el uso responsable del internet con el objeto que podamos hacer uso de sus beneficios.
El uso de audios en vez de videos como recurso educativo, las instancias asincrónicas, y la posibilidad de enlazar a recursos dentro de la web y no dentro de cada aula virtual colabora con esto.
El tiempo y el espacio en la enseñanza virtual
Mucho se ha dicho que la educación en escenarios virtuales no implica 24×7, se recomienda fijar un horario, respetarlo y dejar las pautas claras con los estudiantes al inicio del proceso. Podemos afirmar que la enseñanza virtual no implica de ninguna manera 24×7.
Sin embargo, debiéramos poder analizar la cuestión desde tres vértices: la institución, les docentes y les estudiantes.
- La institución, deberá solicitar a los docentes sólo la presencia virtual de acuerdo a su cargo docente y sus obligaciones de desempeño, debiendo respetar la carga horaria convenida. Para ello volvemos a decir, debiera haber una normativa que regulara esto.
- Los docentes, más allá del límite institucional, será una decisión de cada docente cómo trabajar en la virtualidad, habrá quienes sostengan los mismos horarios que la presencialidad, habrá otros y otras que propongan diferentes horarios. Lo importante es que sea una decisión docente y no una imposición de la institución.
- Los estudiantes, las características de los mismos, revierte las coordenadas del tiempo y del espacio con más flexibilidad y remite a una cotidianeidad en donde la instantaneidad caracteriza su actuación individual y social, por lo tanto será un tema a trabajar dentro de sus rasgos y comportamientos.
Con el espacio pasa algo similar aunque no tan dramático como con el tiempo. Los espacios virtuales serán de definición por un lado de la institución, aquellos escenarios que se determinen como oficiales; por otro, de los docentes, aquellos que sea una decisión desde su modelo de enseñanza diferente al institucional y de los estudiantes en cuanto intervienen con sus recursos y aplicaciones para desarrollar su aprendizaje más allá de los espacios docentes e institucionales.
El calendario académico
De tener todo el relevamiento y los sistemas de información actualizados, las diferentes instituciones podrán y deberán tomar decisiones respecto al desarrollo del calendario académico haciendo la salvedad que una cosa es cuando se posee un sistema de educación virtual consolidado y podemos hablar de más del 70% de propuestas educativas con el uso de medios digitales y otra cuando las experiencias son pocas, dispersas y asistemáticas.
A esta realidad se le agrega la situación de emergencia sanitaria que nos encontramos transitando, entonces habrá que pensar en alternativas mientras se construye la opción pedagógico didáctica que implica una educación virtual.
¿Se debiera iniciar con aquellas propuestas que se encuentran en condiciones de iniciarse enteramente de manera virtual?; ¿se iniciará normalmente con todos los espacios correspondientes al año y cuatrimestre que se inicia realizado prácticas posibles?, ¿se busca una metodología de trabajo para que los estudiantes puedan transitar espacios de aprendizaje diferentes? ¿Se propone otro calendario académico?, entre otras.
Ellas, ellos, nuestros y nuestras estudiantes
Hemos pensado en la mayoría de los puntos en la educación virtual desde los docentes y la institución pero… y nuestros estudiantes?
Integrados y residentes digitales
Por un lado, están les estudiantes que se encuentran integrados digitalmente, poseen infraestructura tecnológica, alfabetizados digitalmente; tienen respuesta para muchas de estas situaciones y buscarán a través de sus características de inmediatez, instantaneidad, extimidad, multitareas, multiplataforma, entornos personales de aprendizaje, comunidades sociales, producción de diversos objetos digitales; asumir su vida en los escenarios digitales sin más preocupaciones que “estar conectados”, etc.
Sin embargo no todos ni todas poseen un uso responsable de la red, o trabajan los procesos de análisis y reflexión que implica un espacio y un tiempo diferente, o utilizan la red para buscar información en los sitios más adecuados, ni tienen la disciplina de horarios y rutinas que los alejen del consumo desmedido de estar “frente a las pantallas”, etc.
La caracterización abre varios interrogantes que debiéramos estar discutiendo sobre cómo son nuestras y nuestros estudiantes a la hora de diseñar prácticas educativas (virtuales o no).
Y… ¿qué pasa con les desconectad@s? ¿Quiénes son? ¿Dónde están?
Y sí, existen estudiantes que no cuentan con la infraestructura adecuada. ¿Qué hacemos?…hemos escuchado algunos teóricos y “expertos” decir barbaridades como que “están desconectados”, “son les excluidos del sistema”, “no se puede hacer mucho”, etc.
¿Qué dicen nuestras instituciones al respecto? ¿Qué decimos nosotros?
Si no podemos desarrollar prácticas educativas para tod@s, entonces no desarrollemos nada porque sólo estaríamos contribuyendo a profundizar las desigualdades sociales y educativas.
Contrariamente a esto, son numerosas las experiencias que se dan en nuestro país en diferentes niveles de decisión para enfrentar esta situación, desde el diseño y desarrollo de recursos y aplicaciones on y off line, en distintos soportes, en diferentes medios, con distintos mecanismos, entre otras.
La nueva gestión gubernamental a nivel nacional promueve, el uso de radios y canales de televisión para desarrollar y distribuir contenido educativo. Sería tan importante como lo hasta aquí dicho, que nuestra universidad y nuestra provincia pusieran al servicio de la educación los canales de televisión como los medios que poseen y se iniciara un camino de producción de contenidos educativos, para que llegara a todos y todas.
Conformar un comité de emergencia con docentes expertos en educación digital y posdigital, producción y medios audiovisuales, cultura y comunicación, sistemas de información, diseño y arte; sería una buena iniciativa para no sólo pensar en la situación que nos toca; sino para empezar a proyectar propuestas educativas alternativas a las hoy existentes.
Con la cultura de la solidaridad
Creer que porque trabajamos en prácticas virtuales, nuestra situación laboral es normal en esta coyuntura, es un error mayúsculo.
El aislamiento social nos impacta a todos y todas, no vernos, no abrazarnos, no reunirnos, no poder transitar el espacio exterior para lo que deseamos, la pérdida de trabajo, el decaimiento de la economía, las aulas vacías, la falta de recreo y de bullicio social, nos afecta de una manera nunca vista al menos por estas generaciones, por lo cual debemos ante todo trabajar nuestro lado más humanitario, más solidario, más desde el otro para poder continuar con nuestra tarea docente. Y por qué no, crear nuevas formas de relacionarnos y nuevos valores.
Finalmente, no queremos cerrar este escrito sin reconocer el esfuerzo, el trabajo, la dedicación y el amor de cada uno y cada una de los y las docentes que nos encontramos buscando como sea, inventando, errando, vuelta a inventar, enloqueciéndonos, vuelta a inventar, despotricando, vuelta a inventar… y así… sólo con el único objetivo de llegar a nuestr@s estudiantes. De caminar juntes está coyuntura de manera más amigable. Hoy nos toca vivir estos tiempos de convulsión global y que más allá de los sin sabores, los docentes les acompañamos como siempre en la presencialidad, en el aislamiento, en la incertidumbre, con o sin pautas institucionales, porque como decía Simón Rodríguez… “o inventamos, o erramos” y sin lugar a dudas, ¡HOY LOS DOCENTES, VOLVEMOS A INVENTAR!